martes, 9 de agosto de 2011

MÁQUINAS DE GUERRA ANTERIORES AL USO DE LA PÓLVORA

Máquinas de guerra anteriores al uso de la pólvora


Las máquinas de asedio fueron artefactos usados en la antigüedad para favorecer el ataque a fortalezas y ciudades amuralladas, o bien destruir a distancia agrupaciones de tropas enemigas; es decir, el equivalente a la artillería en la actualidad. La maquinaria de asedio permitía ahorrar tiempo y aumentar las posibilidades de éxito en la conquista de puntos fuertes.
La arqueología atribuye las máquinas de lanzar proyectiles a los persas, en el siglo VI a.C., pero existe una gran confusión sobre las diferentes máquinas, sus denominaciones y características. En los últimos años se ha desarrollado una cierta polémica sobre la invención de las primeras máquinas capaces de arrojar a gran distancia pesados proyectiles de piedra (lithoboloi, en griego, o ballistae en latín). Se supone que ocurrió avanzado el s. IV a.C., en el mundo griego, pero el descubrimiento -primero en Pafos y luego en Focea- de proyectiles de piedra (bolaños) en contextos de los siglos VI y V a.C. ha planteado la posibilidad de que la artillería no fuera una invención helena, sino persa y de fecha anteriores a lo que se venía creyendo. Polieno cita la utilización de catapultas por parte del rey persa Cambises en la toma de Egipto, lo cual situaría temporalmente el primer empleo documentado de estas armas entre los años 529 – 522 a.C. aunque esto no haya podido todavía ser demostrado arqueológicamente.
Hoy hablamos de catapultas en el mismo sentido que los griegos hablaban de katapeltai a secas, como vocablo de uso general que incluye todo tipo de máquinas para arrojar diversos tipos de proyectiles.
En realidad, según el sistema de propulsión, hubo dos tipos de artillería antigua: la de tensión y la de torsión. La primera, la más antigua y sencilla, se basaba en el mismo principio que el arco, pero de gran tamaño. Fue desplazada hacia el s. III a.C. por la más potente y eficaz artillería de torsión, que empleaba potentes resortes hechos con cuerdas, tendones o crines retorcidas. La artillería de tensión reapareció en el s. IV d.C. en forma de la arcoballista, predecesora de la catapulta medieval.
La artillería antigua, en modelos de tensión o de torsión,  podía arrojar dardos de gran tamaño o proyectiles de piedra. En la terminología clásica latina el oxibeles era una máquina que arrojaba dardos. En cambio, la balista (en griego lithobolos) era un arma -de tensión o de torsión- que arrojaba piedras. El desarrollo de la arcoballista permitió lanzar recipientes con materiales incendiarios o incluso recipientes de cerámica llenos de avisperos y serpientes venenosas.
Como en las obras de los historiadores de época clásica no hay referencia alguna al empleo de artillería, se viene aceptando que la primera referencia a un ingenio balístico -de tensión- se fecha en el año 399 a.C. cuando Dionisio I de Siracusa contrató a una serie de ingenieros y artesanos para su desarrollo.
El modelo más antiguo fue un arma manual de tensión, similar a una ballesta, que se tensaba apoyándola en el vientre (gastraphetes) y tenía un alcance efectivo algo superior al del arco compuesto normal, quizá en torno a los 250 metros. Pronto se dotó de un pie y de un torno para tensar la cuerda, no por fuerza bruta sino mecánicamente, lo que dio lugar al primer ingenio artillero propiamente dicho, el oxibeles.
La primera máquina con sistema de torsión, mucho más poderosa, se fecha tradicionalmente hacia el 340 a.C. en el mundo macedonio. No es una mejora del anterior, sino que parte de una tecnología diferente, la torsión de gruesos haces de cuerdas o tendones de grandes animales en torno a unos bastidores de madera, formando potentísimos resortes que, tensados mediante tornos, proporcionaban mucha mayor propulsión al tiempo que reducían el tamaño y peso del propio ingenio. De aquí surgiría con el tiempo una artillería "de campaña" relativamente móvil, que podía ser empleada en batallas campales y no sólo en asedios o defensa de plazas.
La catapulta oxibeles era un arma antipersonal, capaz de proyectar dardos que perforaban cualquier defensa personal a mucha distancia, o incluso atravesar a varios hombres de una formación; la balista/lithobolos era un arma especialmente útil en asedios, en defensa o ataque, capaz de desmochar almenas o destruir máquinas y obras, con proyectiles que iban de los 2 a los 40, e incluso 70 kg, a distancias que superaban los 300 metros con buena precisión.
Al conjunto de máquinas lanzadoras de proyectiles se les denominaba tormentae en tiempo de los romanos.
De entre las distintas máquinas de guerra la primera en aparecer en Europa fue el ariete, seguida de la catapulta de tensión (oxibeles), ya en la antigua Grecia. Los espartanos utilizaron arietes en el asedio de Platea en 429 a. C. combinado con un empleo masivo de escaleras para acceder a la parte superior de las murallas.
Las catapultas se mencionan en Atenas en el año 360 y 350 a. C. Durante estos años  la artillería parece haber sido considerada como arma defensiva. Finalmente aparecen en las manos de Filipo de Macedonia cuando asaltó Perinthus en el año 340 a. C. En pocas décadas se extendió entre los ejércitos helenísticos la artillería de torsión, y finalmente los ejércitos cartagineses y romanos continuaron su desarrollo durante toda la antigüedad.

Los ingenieros romanos mejoraron el lithobolos y construyeron la balista, máquina que lanzaba enormes piedras a considerable distancia. Estas máquinas fueron extremadamente complicadas en su construcción y debido a su tamaño eran también difíciles de transportar. Para remediar este problema los romanos crearon el Onagro, nombrado así por el golpe que proporciona un asno asiático del mismo nombre con la pata trasera cuando es perseguido. El Onagro fue mucho más fácil de construir y de mantener que los balistas porque era básicamente la mitad de la máquina.
También con sistema de torsión desarrollaron el escorpio, una ligera y mortífera máquina lanzadardos.
La caída del imperio romano determinó un retroceso tecnológico que se arrastró durante toda la alta Edad Media. A partir del siglo X los ejércitos medievales tuvieron que “redescubrir” las máquinas de guerra. Se siguieron usando arietes y torres, apareciendo en los escenarios de guerra el mangonel, el fundíbulo o almajaneque, el couillard, el springal o el einam.
El Renacimiento, con su apertura ideológica, generó nuevos inventos en todos los campos. Aparecieron máquinas de asedio más eficaces, como lanza venablos múltiples o catapultas dobles. Todos estos artefactos tuvieron una vida efímera al quedar obsoletos tras generalizarse el uso de la pólvora y de los cañones.
Acercarse a una muralla con arietes o torres exigía un enorme trabajo previo de preparación, cegando fosos y allanando la superficie del terreno. Estas operaciones había que realizarlas siempre bajo el fuego de los defensores que hostigaba a los soldados o esclavos con flechas, lanzas y piedras. Para protegerse de dichos ataques y facilitar la aproximación a los muros se utilizaban los siguientes recursos:
Manteletes: Pantalla recta con o sin ruedas.
Pluteus: Pantalla de forma absidial sobre ruedas
Vineas: Estructura protectora fija con cubierta y protección en ambos lados.
Musculus: Estructura protectora móvil, cubierta y protegida por los lados y la parte frontal.

EL ARIETE
El ariete cubierto, máquina desarrollada en el Oriente Próximo durante las campañas del segundo Imperio asirio, fue el sistema más antiguo empleado para batir los muros de una ciudad. Existían varios modelos, según muestran los relieves de los palacios de Tiglath-Pileser III y Senaquerib en los que se representan arietes de doble punta actuando bajo la protección de arqueros.
Diodoro Sículo indica que el ariete fue empleado por primera vez en Grecia durante el asedio de Samos por los atenienses en el 440 a. C., siendo su inventor Artemón de Clazómenes, ingeniero al servicio de Pericles.
El ariete se disponía sobre una estructura de balancín con ruedas y se protegía mediante una cubierta reforzada con pieles mojadas con agua o vinagre  para impedir la combustión.
Parece que la primera vez que se usó el ariete en Hispania fue durante el asedio de Cádiz por los cartagineses el año 500 a.C.
Los arietes podían ser perforantes y destrozadores, o terebrae.



 
TORRE DE ASEDIO
La torre de asedio fue un ingenio empleado en la Edad Antigua y Media para superar murallas enemigas y depositar sin grandes dificultades a hombres armados en lo alto de éstas para que las tomasen más fácilmente.
El modelo básico es el de una torre de base cuadrada de varios pisos, unidos entre sí por una escalera interna o posterior, dos o tres metros más alta que las murallas a superar y con un puente levadizo en su parte superior por el que alcanzaban las almenas enemigas los soldados que llevaba en su interior. También solían portar arqueros que disparaban a los defensores en el momento de bajar el puente. Para poder moverse, la torre contaba con grandes ruedas. Inicialmente era movida por bueyes o caballos, pero a medida que se acercaba a su objetivo la tracción animal era sustituida por el empuje de numerosos hombres. Probablemente, la torre de asedio más colosal fue la Helepolis, construida por Epímaco de Atenas para Demetrio “Poliorcetes” durante el fallido asedio de Rodas del año 304 a. C. Medía 43 m de altura y 22 de lado en su base. Estaba provista de ruedas de 4,6 m de diámetro y montaba catapultas en sus nueve pisos.
En épocas antiguas, la torre de asedio fue empleada tanto en Europa como en Extremo Oriente y sus orígenes se remontan al siglo IX a. C., en que aparece representada en los relieves asirios junto al ariete con ruedas. En Europa comenzó a sert empleada en el asedio de Selinunte por el ejército cartaginés, y posteriormente en Motia por el tirano Dionisio I de Siracusa.
Su construcción requería de mucho tiempo y recursos, por lo que no solían usarse hasta que fracasaban todas las otras medidas para superar una muralla, derribarla o romper sus puertas por medio de arietes. El armatoste, a veces formado por piezas prefabricadas, se montaba en el propio lugar del asedio, a la vista de la fortaleza o ciudad sitiada con el fin de causar un impacto psicológico apreciable en el enemigo.
Las respuestas tácticas que los asediados tenían contra las torres de asedio eran múltiples. La más simple consistía en la construcción de fosos alrededor de la fortaleza, lo que obligaba al asaltante a rellenarlos con paja, madera o escombros con el fin de aplanarlos y que la torre no perdiese el equilibrio, obligándoles a retrasar su asalto final. Asimismo, los sitiados también disparaban flechas contra la torre y material incendiario que al caer sobre la estructura de madera podía destruirla rápidamente y matar a todos los hombres que llevaba en su interior. Durante el asedio de Jerusalén de 1099, los musulmanes lograron quemar de esta forma una de las dos torres empleadas por los cruzados en el asalto a la ciudad. Con el fin de evitar este tipo de situaciones, las torres de asedio se recubrieron posteriormente con diversas protecciones, generalmente pieles de animales mojadas aunque en algunos casos se emplearon planchas metálicas. El impacto de grandes piedras lanzadas por catapultas también podían desestabilizar la torre y hacerla volcar. Otro método era el minado del terreno que se extendía ante los muros para impedir su avance. Pero el más utilizado era la elevación con cualesquiera medios de la altura de las murallas para impedir que las torres de asedio pudieran batir la parte superior de las defensas de la ciudad.

LA BALISTA
La balista (latín vulgar balista -del latín clásico ballista-, a su vez derivado del griego ballistēs, de ballein "arrojar") fue una antigua arma de asedio posiblemente inventada por los griegos y perfeccionada por los romanos. El modelo original grecorromano disparaba grandes piedras esféricas. Se trata de una máquina basada en la energía aportada por la torsión de dos haces de cuerdas verticales alojados en un fuerte bastidor de madera. La cuerda se tensaba mediante un torno y se disparaba con un sistema de uña que liberaba la cuerda que a su vez comunicaba el movimiento al proyectil.
Debido a su gran tamaño y peso, debía sostenerse sobre un trípode y era manejada por varios hombres encargados de poner los proyectiles, tensar la máquina por medio de un torno y liberar finalmente el proyectil. Se usaba principalmente en los asedios, ya que una vez montada era difícil de apuntar con ella a objetivos móviles. No obstante, en ciertas ocasiones se incorporaron ruedas al soporte de la balista para poder cambiarla de sitio sin tener que desmontarla.
Hacia el siglo IV d.C. apareció la arcobalista, máquina basada en el sistema de tensión montada sobre ruedas y con una cazoleta en el brazo que permitía el lanzamiento de recipientes con materiales inflamables.

EL ONAGRO
El Onagro es una antigua arma de asedio del tipo catapulta, que tenía mecanismo de torsión. El nombre de onagro es una referencia al asno salvaje asiático del mismo nombre, conocido por su mal genio y que puede lanzar a un hombre a cierta distancia de una coz, al igual que este arma de asedio lanzaba piedras contra las murallas enemigas. La primera referencia histórica de esta arma es la del griego Filón hacia el 200 a. C., seguida de la de Apolodoro un siglo después. No obstante, no se guardan descripciones exhaustivas de su aspecto y funcionamiento anteriores al siglo IV, cuando se hizo popular su uso y fueron descritas por los historiadores Vegecio y Amiano Marcelino. Esta pieza de artillería era montada en el lugar del asedio por al menos 8 hombres, sobre una base de tierra aplastada o ladrillos que disminuyera la vibración al ponerse en marcha. Constaba de un marco de madera que servía de base en el suelo, sobre el que se alzaba un marco también de madera (reforzado a veces con pieles) que servía de tope al brazo cuando éste salía disparado, evitando así su rotura.
Este brazo estaba rematado en su punta por una bolsa de piel en la que se cargaba una piedra que podía lanzarse a una distancia de hasta 500 metros. El brazo era bajado por medio de un torno y salía disparado al liberar todo el conjunto por medio de una palanca o un pasador. El papel del onagro en los asedios era el de destruir torres de defensa y barrer la parte superior de las murallas de defensores.
Su construcción desapareció con las invasiones bárbaras del siglo V, pero fue recuperada en la Edad Media si bien con varias modificaciones como la instalación de ruedas y la sustitución de la honda por una cazoleta. A esta máquina se denominó mangonel, del griego magganon, que quiere decir «ingenio de guerra».
EL ESCORPIO
El escorpio era una máquina de guerra de proyección o tiro, basada en el mecanismo de torsión, empleada por los antiguos en el ataque y defensa de plazas. La gran diversidad de los textos en que se describe esta máquina y su funcionamiento, envuelve en una gran oscuridad todo lo referente a su forma, magnitud y clase de proyectiles que arrojaba. Según Maizeroy, era una especie de catapulta pequeña, fundándose quizá para hacer tal afirmación en que Arquímedes las colocó empleándolas en sus famosas fenestrae o 'troneras' de Siracusa y en que Vegecio (libro 4, capítulo 22) dice que se llamaron escorpiones en épocas anteriores lo que en su tiempo recibía el nombre de manubalista o 'ballesta de mano'. Sus principales ventajas eran su poco peso, su gran precisión y alcance, así como por necesitar únicamente dos soldados para manejarla.

MANGONEL
La versión Medieval del Onagro se llamó Mangonel, si bien esta máquina estaba dotada de ruedas y había sustituido la honda por una cuchara.
La fuerza de empuje es proporcionada por la torsión de las cuerdas hechas originalmente de tendones y crin de caballo. Igual que en el caso del Onagro, existieron diversas variantes y dependían tanto del conocimiento de los artesanos e ingenieros, hasta de los materiales utilizados y de las necesidades y circunstancias del momento. Algunas podían lanzar bolas de fuego contra los enemigos o las fortificaciones. 

TREBUCHET
El trebuchet o almajaneque era el arma dominante de sitio en Europa entre el año 1000 al 1350 de nuestra era, durando otros 100 años después de la introducción de la pólvora. Se cree que fue un invento de los chinos y que de ahí se extendió a los árabes, vía Persia, para posteriormente llegar a Europa donde a partir del siglo XII se hace imprescindible en cualquier asedio. Podía lanzar diferentes tipos de proyectiles; desde enormes rocas a animales muertos en descomposición, sobre las murallas de las fortificaciones y castillos. Su ingeniería se basaba en aprovechar la energía potencial de un enorme contrapeso elevado con tornos que se convertía en cinética al ser disparado, comunicando al proyectil una trayectoria parabólica. Los efectos de los bolaños de 250 kilos resultaban   demoledores al impactar sobre murallas y demás construcciones.

EINAM
Máquina medieval de origen alemán basada en la tensión producida por dos resortes de acero situados a un lado y a otro del brazo lanzador, el cual está soportado por un fuerte armazón de madera. Su uso estuvo vigente hasta finales del periodo medieval. Su largo brazo disponía en el extremo de  una cazoleta donde se alojaba el proyectil. Asimismo, en el extremo llevaba una honda con la que podía arrojar piedras o cualquier otro proyectil al mismo tiempo. Al servicio de dicha catapulta estaban unos diez hombres. Se considera a esta máquina como uno de los ingenios más extraños y menos conocidos de la Edad Media.

COULLIARD
Máquina medieval de asedio de origen francés, parecida al trebuchet pero de menor tamaño.
Contaba con una fuerte viga en posición vertical sobre la que pivotaba el brazo lanzador. De dicho brazo colgaban dos grandes contrapesos colocados a ambos lados.
Para el lanzamiento de proyectiles de piedra aprovechaba la energía potencial acumulada al levantar los contrapesos con la ayuda de un torno.
Unida al extremo del brazo disponía de una honda que comunicaba al proyectil la energía necesaria. En su parte trasera tenía un canal por donde se movía la honda con la bola de piedra durante el proceso de disparo.
Los de mayor porte lanzaban piedras de hasta 50 kilos con alcances de unos 100 metros
Para su manejo precisaba de unos ocho soldados y podía alcanzar una cadencia de tiro de diez disparos por hora.

SPRINGAL
Se trata de la versión cristiana del qaws-al-ziyar árabe. Es un lanzadardos basado en la energía de torsión de dos grandes madejas de cuerdas colocadas verticalmente a ambos lados de la máquina. Dispone de ruedas para facilitar el desplazamiento y la puntería.
En el centro tiene la caña acanalada por donde se mueve el dardo.
Para tensar las cuerdas dispone de un curioso sistema de tornillo sinfín que hace girar los brazos lanzadores hacia adentro. Durante el proceso de carga utiliza dos cuerdas, una de tensión y otra lanzadora.
Se usó como elemento de defensa y ataque durante los siglos XII y XIII. Disparaba una enorme flecha de 5 centímetros de diámetro a distancias de unos 400 metros, pudiendo batir objetivos enemigos localizados más allá del alcance de los arcos. Era un arma de guerra terrible a la que ninguna armadura podía resistirse.
La cadencia de fuego, de un disparo cada dos o tres minutos, quedaba compensada por su potencia y precisión.
En 1313 cuando surgió la guerra entre el rey de Inglaterra y los nobles, cinco springalds fueron montados sobre la azotea de la Torre de Londres.




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